Adultos responsables o Estado invasor

13 de enero de 2014

¿Qué clase de Estado deseamos? ¿qué clase de Estado estamos contribuyendo a crear por acción o por omisión?

El pasado miércoles leí en el Boletín Oficial del Estado la prohibición de hacer campañas de comunicación solicitando la donación de órganos para personas enfermas. Me pareció una intromisión intolerable del Estado en la vida privada de las personas y así lo comenté en twitter 

Mi opinión generó un debate con algunos compañeros en el que se tocaron varios puntos interesantes. Lo limitado de twitter a la hora de exponer y argumentar ideas me ha llevado a escribir esta entrada con el propósito de tratar en detalle lo que en mi opinión es el auténtico fondo de este y otros debates semejantes, es decir ¿hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a nuestra libertad y responsabilidad individuales en beneficio de un Estado protector que nos "cuide"? y ¿cuáles son las consecuencias de esa renuncia?

No voy a analizar los pros y contras del modelo de trasplantes español en esta entrada, aunque posiblemente lo haga en otro momento.

Lo que deseo discutir es el convencimiento de muchas personas de que el Estado tiene derecho a prohibir esos anuncios porque, no estando permitida la donación directa en España, las personas que respondiesen a ellos podrían ser víctimas de un engaño, ya que no les dejarían hacer la donación... 

O sea, hay muchas personas que aceptan el derecho del Estado a limitar la libertad de unas personas a poner un anuncio -¡ojo, de contenido cierto!- con su dinero, para evitar una hipotética consecuencia negativa -que por otro lado podría no producirse, del mismo modo que podría ocurrir que quienes respondiesen al anuncio decidieran donar de todos modos aunque la donación fuese a un desconocido- sobre otras personas que, libremente, también decidiesen responder al mencionado anuncio.

Para mí este hecho no es una anécdota, sino una muestra reveladora del creciente afán de nuestra sociedad por delegar en el Estado la capacidad de protegernos a priori de las consecuencias de nuestros actos por el procedimiento de prohibirlos, sacrificando gustosos en el proceso nuestra libertad... no hablo de la prohibición de cometer actos que dañen la salud o las libertades ajenas, que desde luego forman parte del núcleo de un Estado de derecho.

Hablo de la obsesión por evitarnos cualquier disgusto, por librarnos de pagar el precio de nuestras elecciones, por disfrutar de cualquier cosa que deseemos por el procedimiento de llamarlo derecho y encargarle al Estado que lo financie, por querer ser de nuevo niños con una mamá-Estado que se ocupe de arreglar nuestros juguetes cuando los rompemos...

Y no, no es esa la sociedad en la que yo quiero vivir; no es la sociedad que deseo para mis hijos. Quiero una sociedad en la que el Estado se limite a ser el garante de las libertades individuales, en la que las personas podamos ejercer esas libertades respetando las ajenas y sepamos asumir -a priori y a posteriori- las consecuencias de nuestras elecciones.

Quiero una sociedad de personas libres y responsables. De adultos, no de niños caprichosos.

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