La devaluación del lenguaje

O la tiranía de la mediocridad


Hace unos días escuché (de nuevo) una queja que se repite de manera machacona en los medios de comunicación y también entre los usuarios de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Se trata de la -supuesta- imposibilidad de las personas normales para comprender determinadas materias, básicamente las relacionadas con la ciencia o la tecnología, debido a que quienes las conocen, cuando hablan de ellas, emplean un vocabulario "demasiado técnico" o "muy complicado".

Estoy hartita de semejante estupidez: una cosa es explicar con claridad un concepto básico de cualquier conocimiento o disciplina, cosa que sin duda puede hacerse de manera sencilla, aunque no siempre breve, y otra muy distinta es pretender que expresar con precisión determinadas relaciones, comportamientos, fenómenos o propiedades pueda lograrse sin utilizar las palabras adecuadas para ello. Y si no las comprendes la culpa no es de quien las usa, sino tuya.

A lo largo de la historia el ser humano ha desarrollado un vocabulario específico para casi cualquier área de actividad o de saber, y así, cuando uno visita una ebanistería puede que no sepa qué es una escofina, del mismo modo que si va a un taller de costura puede no saber qué es un bies, pero la reacción en estos casos es preguntar, es decir, asumir la propia ignorancia y tratar de remediarla. Nadie le monta un número al ebanista ni se queja de que la modista "hable para expertos".

Y sin embargo esa tontería es la que escucho, cada vez más a menudo, en boca de profesionales que, encima, dan por supuesto que el vocabulario de su propia actividad sí que debe ser conocido por todo el mundo. Profesionales que suelen tener en común una profunda ignorancia de la ciencia, un desdén aún mayor hacia todo lo que ignoran y una lamentable creencia en que sólo las humanidades son cultura (o aún peor, que sólo lo que ellos conocen es cultura...)

¿A alguien le extraña que si un médico quiere hablar de una inflamación de oídos diga "otitis"? pues no, y si no sabes qué significa le preguntas al médico o miras el diccionario; del mismo modo, si un abogado dice hurto es, precisamente, porque lo que desea expresar no es lo mismo que robo.

Así que, ¿por qué #~%¡* yo tengo que explicar una y otra vez qué es una aplicación web o una base de datos como si fuera el libro de Petete para evitar que quien lo ignora se sienta ignorante? ¿por qué tengo que disculparme por decir que algunos sistemas de firma de clave pública y privada se basan en la factorización usando números primos muy grandes? ¿hay algún misterio esotérico en afirmar que si tengo 22 letras posibles para escribir una palabra de 6 letras las combinaciones existentes son 22 exp 6? Por supuesto que no pretendo que todo el mundo lo entienda. Pero aspiro a que quien no lo comprenda tenga claro que es porque hay algo que no sabe, no porque yo tenga la obligación de decírselo de otra manera. Y se preocupe por aprender y no por desmerecer el conocimiento ajeno.

Y de Bach, de "El clave bien temperado", una obra de clara vocación didáctica, hoy el Preludio y Fuga en sí bemol mayor BWV 560.




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