2013 ¿Y si después de lo fácil hiciéramos lo importante?

Nuevo año: 2012 fue un año muy difícil para los españoles y parece que 2013 no lo será menos. ¿Podría ser (y haber sido) de otro modo?

 03/01/2013

Tal vez 2012 no hubiera podido ser menos duro, pero de lo que estoy segura es de que el espíritu con el que lo hemos vivido, y con el que podríamos vivir 2013, podría ser muy diferente. Trataré de explicarme.

A lo largo de 2012 hemos asistido a una sucesión de medidas económicas cuyo impacto ha alcanzado a toda la sociedad, pero de manera muy especial a la clase media, tanto trabajadores asalariados como autónomos y pequeños empresarios. Y ese impacto se ha producido en su actividad diaria, en lo inmediato: subida del IVA y del IRPF, congelación de las pensiones y del salario de los funcionarios, pago parcial de los medicamentos... 

Como consecuencia el déficit público se ha reducido, pero el paro ha aumentado, el consumo se ha retraído y la actividad económica se ha deteriorado (más). Y, encima, muchas de esas medidas han sido exactamente las contrarias de las que el PP había defendido en su programa electoral.

El Gobierno ha legislado con frenesí y ha insistido (la última vez en la rueda de prensa del Presidente el viernes 28 de diciembre) en que esas medidas eran imprescindibles dado lo crítico de una situación económica de la que ellos no eran responsables y de la que, además, el saliente Gobierno del PSOE les había ocultado los datos reales.

Ha insistido también el Gobierno en que las reformas efectuadas (esencialmente la reforma laboral y la ley de estabilidad presupuestaria) sientan las bases tanto para la recuperación económica como para que una situación como la presente no pueda repetirse en el futuro.

Lamento -y mucho- no poder estar de acuerdo: en primer lugar la realidad no se cambia a golpe de decretos y un país no está mejor gobernado por el hecho de tener más leyes. En segundo lugar una infección no se cura con tisanas.

La crisis económica ha puesto de manifiesto un conjunto de problemas nacionales que pertenecen a la categoría de lo esencial y no de lo conyuntural. 


Problemas que comienzan con una educación que, en todos los niveles, carece de calidad porque se ha confundido deliberadamente la igualdad de oportunidades con la igualdad de méritos, calificando a los niños desde pequeños con un "progresa adecuadamente" para evitarles "traumas". Y así, con dos de diez las universidades más antiguas del mundo no tenemos ni una sola entre las 100 mejores del mundo.

Problemas que continúan con un mercado laboral hiper regulado, sobre el que, además, operan un orden jurisdiccional -el laboral- y unos sindicatos que parecen tener su calendario anclado en los inicios del s.XX y mantienen un discurso trasnochado de empresarios explotadores y trabajadores explotados que mal se compadece con la sociedad  y el mundo actuales. Y así tenemos una tasa de paro del 25%.

Problemas que se ven ampliados por un discurso sociopolítico que ha dominado el panorama nacional en los últimos treinta años y que, en esencia, se podría resumir en que todos tenemos derecho a todo y un ente remoto, pero todopoderoso y, sobre todo provisto de fondos de dinero inagotable (que en caso de faltar deben ser repuestos por "los ricos"), llamado "Estado" tiene que sufragar esos derechos, que, además, pueden ser ampliados simplemente por la vía de reclamarlos. 

Y así tenemos derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la cultura... En esa línea, ¿por qué no reclamar el derecho al amor, o al vino tinto o a un Ferrari o a ser alta y con los ojos verdes?

Es necesario un discurso político de calado, que haga pedagogía, que busque devolver a los ciudadanos sus responsabilidades, que explique que los derechos se conquistan cada día no en manifestaciones ni con pancartas sino ejerciendo, día a día, las responsabilidades de cada uno. Que explique


  • que no hay derecho al trabajo, sino deber de trabajar y derecho a un salario justo por ello,
  • que no hay derecho a la vivienda, sino deber de sufragársela cada uno y derecho a unas leyes justas que aseguren esa propiedad,
  • que no hay derecho a la salud, sino responsabilidad de cuidarse y derecho a una atención sanitaria eficiente que podamos pagar con nuestros impuestos,
  • que no hay derecho a la cultura, sino obligación de estudiar y derecho a contar con un sistema educativo público exigente, que podamos pagar con nuestros impuestos y que dé las mismas oportunidades a quienes tienen las mismas capacidades.


Y que al tiempo que lo explica, adopte medidas en esa línea, con una visión clara y definida de qué se desea conseguir, cómo hacerlo y cómo medirlo.


Es necesario un discurso político que explique que, al igual que los individuos, una sociedad necesita objetivos ambiciosos, finalistas, que redunden en mejoras para las personas. Que no existen derechos de los territorios, ni de los pueblos, ni de las tribus.

Y por eso, reducir el déficit no puede ser el objetivo de un paíspor más que sea necesario. Y por eso, reducir el sueldo de los funcionarios, o congelar las pensiones ni transforma la sociedad ni pone las bases de nada, aunque puedan ser medidas obligadas en un cierto momento. Y por eso, hacer leyes para el momento actual no garantiza ningún futuro, porque hacer leyes es gratis. (LAMENTABLEMENTE)


Cuando a nivel doméstico nos proponemos ahorrar siempre lo hacemos con una finalidad: bien para conseguir algo que queremos y no tenemos, o bien para preservar algo a lo que damos prioridad. Pues como país igual: esa es la verdadera explicación que el Gobierno debe a los ciudadanos y esos son los verdaderos objetivos que debe tener la acción de gobierno

Una reforma de verdad de la educación, del mercado laboral, de la justicia, de la sanidad, de las administraciones públicas, todas ellas necesarias, deben contener un conjunto de indicadores claros, que miden lo que queremos conseguir COMO PAÍS y una descripción precisa de cómo lo vamos a hacer. Esos son los objetivos que hay que dar a conocer a la sociedad, consensuar con los afectados, estudiar en su impacto y viabilidad...

Esta es la articulación que habrían debido tener las medidas que ha tomado el Gobierno (y las que NO ha tomado, lamentablemente) y este tipo de planteamientos, de país, y no de partido, es lo que hubiera permitido percibirlas como un conjunto de bloques ordenados en la construcción de un edificio, en lugar de sufrirlas como un conjunto de parches sobre un flotador  agujereado.

A modo de ejemplo, una verdadera reforma de la educación no puede quedarse en su exposición de motivos, como suelen hacer todas la leyes españolas, en frases del tipo "para mejorar la calidad de la enseñanza" o "para lograr una mayor adecuación al mercado laboral"... Eso va de suyo, se da por supuesto. ¿O se imagina alguien una exposición de motivos con "para empeorar los resultados del sistema educativo"... o "para incrementar la tasa de abandono escolar"...?  En su lugar, ¿qué tal colocar a España en los siete primeros puestos del informe PISA dentro de cinco años?...  con medidas concretas, como incrementar el número de horas lectivas de matemáticas en un 20% y elevar el nivel de los contenidos en cada curso... 

Como país no podemos seguir lamentando la mala situación económica y creyendo que con apretarnos más el cinturón (suponiendo que se pueda) y confiar en la recuperación del resto del mundo las cosas se arreglaran. Es el momento de asumir que hemos hecho muchas cosas mal durante mucho tiempo y necesitamos remangarnos para salir de la mediocridad y para que nuestros hijos reciban una herencia de la que sentirse orgullosos, en lugar de una ruina hipotecada.

Así que, ya en el tiempo de descuento para la carta a los Reyes Magos, me pido que en 2013, después de hacer lo fácil, el Gobierno (y todos y cada uno de nosotros) hagamos lo importante.




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