¿Y a mí quién me interpreta?

El mes de octubre del año pasado, 2011, Antonio Burgos firmaba en ABC una columna titulada "Interpretación del atún". Leedla, por favor. Es un relato, lamentablemente verídico, que pone de manifiesto a partes iguales la estupidez de lo "políticamente correcto", contra lo que poca gente se atreve a protestar, y el despilfarro de quienes piensan que "el dinero público no es de nadie".(Carmen Calvo, ministra de Cultura de 2004 a 2007).

¿Y por qué me he acordado ahora de esto? Pues porque acabo de recibir el recibo del IBI, junto con el de la tasa de recogida de basuras, y me he puesto a echar cuentas de los impuestos que pago y de mis circunstancias personales y de repente me he dicho ¿Quién me interpreta a mí?

No formo parte de ninguna minoría racial en España. Mis creencias religiosas me parecen un asunto absolutamente privado y, por tanto no quiero ningún tipo de financiación o privilegio para ellas, pero, por el mismo principio me niego a que lo haya para otras.

Igualmente, mis inclinaciones sexuales son asunto exclusivamente mío y de las personas con quienes pueda compartirlas y, como no las he elegido, no veo motivo para salir a la calle a enorgullecerme de ellas, ni mucho menos creo que por mantenerlas privadas me esté avergonzando de ellas.

Soy defensora radical de la igualdad DE DERECHOS de las personas (sean hombres o mujeres), así que me opongo totalmente a las cuotas. La discriminación positiva es como la energía negativa: algo que NO existe.

Tengo un trabajo (afortunadamente en estos tiempos) pero no se lo debo más que a mi propio esfuerzo. Mantengo a mis hijos, pago escrupulosamente los impuestos sobre mi salario -mi única fuente de ingresos- y luego vuelvo a pagar sobre el patrimonio, que he conseguido ahorrando. Y mis hijos, con notas medias superiores al 9, no tienen becas.

No me considero excepcional, al contrario, creo que hay millones de ciudadanos españoles en situación parecida a la mía. Y somos esos millones de ciudadanos los que sustentamos una sociedad que ofrece cobijo y oportunidades a nuestros compatriotas en situaciones peores. Me alegro de ello.

Pero también somos nosotros, esos millones de ciudadanos, los que pagamos y mantenemos a esa patulea de gobernantes y paniaguados que han llenado el territorio nacional de centros de interpretación que van de lo ridículo a lo patético sin perdonar ni lo obsceno ni lo extravagante.

Así que ahí va mi pregunta ¿Quién me interpreta a mí? ¿Dónde hay un sitio, centro, fundación, observatorio cuyo objetivo sea proteger los intereses de todas esas personas como yo? Y ahora que lo pienso ¿No debería ser el gobierno? ¿Tener en cuenta a las minorías, sin duda un rasgo deseable de una sociedad libre y democrática, pasa por maltratar a la mayoría que sustenta esa sociedad?

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LEC

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